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La historia de Manuel

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De creer en muchas de las cosas que solía luego de que ella falleciera. Para mí era como un espejismo, un universo paralelo, un sueño. No podía creer que se fuera y que no me permitiera decirle adiós. Dejé de cocinar porque me recordaba a ella y aunque mi sueño siempre fue tener mi propio restaurante, uno que se pusiera de moda, de esos que se ven tanto hoy en día, los que son bonitos y a su vez deliciosos. Pero ya no, preferí dedicarme a mi trabajo habitual, ya no estaba ella para impulsar mis sueños.

Me sentía perdido. Entre tantos eventos desafortunados yo perdía la paciencia.

No es que no tuviera la fuerza, es que ya no quería porque sin ella nada tenía sentido. Me enseñó a cocinar, a apasionarme por la cocina a planear y ahorrar para algún día en un futuro cercano comenzar desde cero dejando de lado aquel trabajo que realmente no me llenaba pero que me sostenía y me generaba los ingresos para volar hacia mi meta. Pero cuando la soñaba despertaba y no la veía, ya no tenía sentido seguir, perdí mi dinero en distracciones menores y decidí que ser un chef no era para mí.

Un día decidí organizar un poco, retirar el polvo que ya cubría todo mi hogar. Encontré entonces una blusa que había olvidado sacar, era de ella. Sonreí al recordar la última vez que la usó conmigo, almorzábamos en aquel restaurante que ella tanto amaba y ella tan solo presumía que yo podía cocinar mejor que el chef. Decía que de seguro si yo fuera el dueño ya tendríamos una estrella Michellín de esas que los franceses alardean para demostrar sus triunfos culinarios. Sonreí de nuevo al recordar su sonrisa y más aún al percatarme lo mucho que ella creía en mí. Fue en ese instante cuando recordé aquel día en que le prometí ser feliz y cocinar en su honor cada platillo para encantar a quienes creyeran en mi restaurante. Pude observar cómo lo único que me detenía y alejaba de seguir y alcanzar mis sueños eran mis propias excusas, mi propio miedo de no poder solo y no ser suficiente. 

Fue así como decidí honrarla, dejar el dolor de lado y construir a partir de él. No significa que la haya olvidado, al contrario, decidí dejar de enfocarme en el dolor y volar en búsqueda de mis sueños que también eran sus sueños. Pensé que quizás en el camino hacía la cima, iba a sentirme más cerca de ella, y así fue. Hoy día la veo en cada sonrisa cuando mis clientes disfrutan la comida que les sirvo, sin percatarse que cada uno de los platillos tiene su nombre en él.

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